El Barcelona se proclamó campeón de una Copa del Rey que no tuvo final. Y si hubo algo que se le pareciera, duró tres minutos. Fue lo que tardaron los azulgranas en calentar su rodillo y aplastar a un Madrid muy mermado por las lesiones (73-88). El campeón estuvo en plenitud y lo bordó. Su rival llegó al partido decisivo hecho un guiñapo y, encima, careció de todas sus virtudes, especialmente su gen competitivo, del que sólo hubo rastro en la segunda mitad. Sin físico, imposible.

Observando la debilidad de los blancos, el @FCBbasket sacó todo su músculo para pasearse por el WiZink Center. El de Higgins, a la postre MVP con 20 puntos y después de un torneo en el que ha demostrado ser el termómetro azulgrana. El del sorprendente Smits (13 puntos). Y el talento de Mirotic, que acabó con 12 puntos y tocado. Pero no hay dolor porque por fin ha abierto su vitrina como azulgrana después de una temporada y media. También es el primer título de la era Jasikevicius. Sirve para refrendar el buen trabajo realizado hasta la fecha. Los azulgranas han ganado tres de las últimas cuatro Copas. Ha sido su manera de amenazar la hegemonía del Madrid en los últimos tiempos, aunque aún le queda para confirmar el cambio de ciclo.

Pablo Laso debió de pensar, como Felipe II, que él no había mandado a sus hombres a luchar contra los elementos. Porque los blancos tuvieron que hacer frente a un sinfín de problemas físicos. A las ausencias ya conocidas de Randolph y Taylor se sumó a última hora la de Rudy Fernández, que se volvió a resentir de la espalda. Sin olvidar que Campazzo anda por Denver. Cuatro piezas básicas al inicio del curso no estuvieron en la final. Y Tavares jugó mermado por un esguince de tobillo y Laprovittolallegó a la Copa sin ritmo tras superar recientemente el coronavirus. Enfrente, una de las mejores plantillas en la historia del Barça.

Con ese panorama, los madridistas afrontaban uno de los mayores retos desde que llegó Laso. Y su eterna competitividad no les dio más que para aguantar unos pocos minutos. Con Deck y Thompkins como pareja interior y Abalde como titular tras jugar sólo 13 minutos en los dos partidos anteriores, el Madrid llegó a disfrutar de un 7-4 con cinco puntos del gallego. Ahí se acabó el partido. Porque un parcial de 0-14 dejó tocados a los blancos. Deck no podía con Mirotic y cuando se sentó la estrella azulgrana fue Smits quien cogió su relevo. Los blancos anotaron cuatro canastas en el primer cuarto. Sus rivales llegaban a todo: dos contra uno, ayudas… Intensidad máxima. Parecía que había más azulgranas que madridistas.

Sólo había un equipo y era azulgrana

Unos buenos minutos de Alocén hicieron concebir esperanzas al Madrid, pero fue un espejismo. Un parcial de 9-27 ponía al Barça rumbo al título con una máxima renta de 23 puntos (29-52) poco antes del descanso. Higgins, Davies y Mirotic sacaban todo su repertorio. Los blancos no encontraban soluciones ni delante, negados en el triple (2/12) con un Carroll horrible (0/8 en tiros), ni atrás, muy superados en defensa. Recibieron 32 puntos en el segundo acto. Sólo había un equipo y era azulgrana. Al descanso, sólo Davies sumaba casi tanta valoración como todo el Madrid: 18 por 22.

«Intentar meter alguna canasta», recomendaba Laso en el intermedio para regresar al partido. Algo tenía que cambiar para tener opciones. La reacción llegó con Garuba presionando a los bases azulgranas, Tavaresinflándose a poner tapones (cinco), Llull tirando de épica y Alocén y Abalde echándose al equipo a la espalda en ataque. Así llegó el Madrid a ponerse a 11 puntos (62-73). Pero el Barça siempre encontró una manera de frenar los arrebatos madridistas, casi siempre de la mano de un Higgins (MVP) sublime y de la computadora humana que es Calathes (12 puntos, cinco rebotes y nueve asistencias). Los blancos acabaron dando la cara. Cayeron dignamente, pero casi nada pudieron hacer frente a un Barça que fue un rodillo.