España puso la guinda a su gran Europeo y se tomó cumplida venganza de aquella ya lejana derrota frente a Alemania hace dos años. Era el día en el que no se podía fallar y no se hizo. Una selección que vivió en el alambre en dos partidos en este torneo volvió a sacar lo mejor de sí el día decisivo. Enfrente, un coloso, pero los chicos -ya hombres- de Luis de La Fuente supieron mostrar su faceta más elegante en momentos y también usar el mono de trabajo cuando tocaba.
España comenzó con el frac, con sus jugadores vestidos para la ocasión y mostrando sus mejores virtudes. Alemania arrancó expectante y dejó la posesión a La Rojita. Un mal plan. Fabián, Ceballos, Olmo, Oyarzabal y compañía lo agradecían cuando tenían el balón y cuando lo perdían mostraban una capacidad brutal de recuperar al instante con su presión inmediata.
Los españoles sacaron un virtuosismo que les permite en muchas ocasiones cambiar de instrumento en su particular sinfonía. Así llegó el gol. Oyarzabal cambió el plan, salió a recibir al centro del campo y, con un sutil toque, dejó el balón a Fabián, que se había adelantado unos metros. Un toque que saltó toda una línea rival y que permitió al del Nápoles ver el horizonte libre. Corrió unos metros y tuvo tiempo para ajustar su mirilla y poner el balón, como su de un francotirador se tratase, lejos del alcance de Nübel.
La empresa se antojaba entonces demasiado fácil. España jugaba a su antojo y minimizaba a una Alemania que tenía escondidas las uñas. Pero el panorama fue cambiando poco a poco. Los de Kuntz fueron ganando en posesión y obligando a los españoles a ponerse el mono de trabajo. Toda la placidez de los primeros 15 minutos se fue convirtiendo en incomodidad. España convierte en una virtud la defensa en campo contrario, pero ante el ataque posicional encuentra muchas más dificultades.
También es cierto que a los germanos les costaba crear ocasiones claras. Waldschmidt apenas apareció y el mayor peligro llegaba en las acciones a balón parado, con los saques de un siempre inquietante Amiri, que con el balón en juego no encontraba huecos para su endiablada velocidad.
En la segunda parte, Alemania dio un paso adelante. Con un punto más de ritmo metió más a España en su campo. Un disparo de Amiri que Sivera tuvo dificultades en despejar, en el primer minuto de partido, fue un aviso. Fueron otros 20 minutos largos en los que los españoles tuvieron que apretar los dientes. Fabián se mostraba impreciso en la salida, Ceballos no acababa de encontrar su sitio, Olmo no encontraba suministro… No había buenas sensaciones.
Pero eso no quería decir que estuviesen muertos. Sólo era cuestión de encontrar el momento. En el minuto 66 ya asustó con una contra que acabó con un flojo disparo de Olmo. Tres después, llegaba el gol. Esta vez Olmo sacaba toda la magia de su chistera. Nübel rechazaba un disparo lejano de Fabián y el jugador del Dinamo de Zagreb hacía el 2-0 con una picadita tan suave que le permitió incuso volver a tocar el balón antes de que tocase la red.
Alemania estaba tocada, casi hundida. Y pudo tenerlo todo perdido con un disparo de Mayoral a la escuadra y una gran combinación que Fabián mandó fuera por poco. Pero no estaba muerta y tuvo su opción. Amiri, en el 88′, hizo el 2-1 con un disparo lejano que tocaba en Vallejo para envenenarse. En el Europeo se empezó sufriendo y se terminó igual. Pero lo importante, el trofeo, acabó en las manos de Vallejo.
Dani Olmo, nombrado MVP de la final y Fabián Ruíz, se lleva el MVP del torneo.