SOBRE ROMA Y UN MONSTRUO VIENE A VERME POR EDMOND ORTS

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Con motivo del estreno de “Roma” tanto en salas como en Netflix y el primer pase televisivo de “Un monstruo viene a verme” el gran Edmond Orts me enviaba un análisis sobre los dos films,  sus puntos en común y porque cree que son dos de las mejores películas de los últimos años. Aquí os dejo su reflexión:

Estas dos críticas tienen en común, si no por el hecho de que pertenecen a dos directores que han realizado dos obras maestras, lo son por su transcendencia.  Ambos: JA Bayona y Alfonso Cuaron, representan el nuevo modo de ver el panorama cinematográfico mundial, ya que expresan una interpretación personal del ideario revolucionario que emergen de sus respectivos puntos de vista con la que dirigen sus filmes. Sus puntos de vista, son próximos a su peculiar ideología social. Los dos remiten a la idiosincrasia que los han llevado a desarrollar un cine muy personal y pleno de apuntes excepcionales. Son dos directores cuyas imágenes reflejan sus peculiares status argumentales avanzados en la nueva vanguardia que les ha tocado desarrollar su cine.

UN MONSTRUO VIENE A VERME (2016)

Dirigida por Juan Antonio Bayona

La transferencia emocional que muchos adolescentes tienen respecto a su madre, conduce en la mayoría de ocasiones a un crudo enfrentamiento con la propia dependencia que se tiene de ella. Y si el monstruo, sirve como itinerario de la fascinación de sus obsesiones, tendremos un cuadro de cuya complejidad el director J. A. Bayona, ha construido un maravilloso retablo cinematográfico.

Es muy difícil entrar en el mundo, en la que la infancia va desarrollando su propia dinámica. Cada uno de ellos enfocará la mirada de su universo a través de crear el monstruo que lo identifique. Sin duda, es la aportación más brillante del filme. Conor es la aproximación más afín al personaje de Ana de “El espíritu de la colmena”. Ambos viven la misma aventura sin que la geografía sea un escollo para ello. Los dos, recorren con su psicología embrionaria una andadura típicamente infantil, al adentrarse en el espacio de “Alicia en el país de las maravillas” y descubrir la ambivalencia de los mayores, cuando éstos infunden el mal como un mágico espejo que los niños se vean reflejados. El mundo onírico de Conor y el entorno familiar que le envuelve, están poseídas de una iconografía muy importante para descifrar el misterio perverso que el monstruo va desplegando en sus historias llenas de fantásticas alusiones.

Bayona, una vez más, nos presenta el fascinante desarrollo de las múltiples facetas del niño protagonista. Camina ya, por una madurez, consolidada por el excelente tratamiento visual que expresan sus películas. Si “El orfanato”, poseía elementos esclarecedores de su talento, “Lo imposible”, confirmaba un maestrazgo lanzado al infinito. ¡Ah! Pero… aún faltaba la definición de un arte que domina sin afectación y con espléndido virtuosismo. 

Juan Antonio Bayona, establece el conocimiento fílmico que atesora, con interpretaciones visuales que alcanzan una dimensión incomparable, aunando argumento y forma, de manera que el instinto que acompaña a todas sus acciones adquiere un equilibrio cinematográfico sustentado por el profundo conocimiento de la psicología infantil, presente en sus tres películas.

En estos momentos cuando el populismo cinematográfico inunda las pantallas españolas, con productos de dudosa calificación, una determinada critica que navega exclusivamente por las redes sociales, jalean la aparición de películas cuya mediocridad degradan la inteligencia media del espectador.  Por ello cuando aparece un filme de la potencia creativa de “Un monstruo viene a verme”, debemos agradecer que mantengan el nivel de directores con talento, como siempre fue, con Almodóvar, Amenábar, Saura (ahora algo olvidado), Erice, Bayona y algunos más. Son estos los que nos ofrecen una vanguardia que reconocemos como un cine cuya perspectiva presente, encajan en los primeros lugares de la cinematografía internacional.

Debo reconocer que dudaba de que la trilogía fuese insuficiente, para definir el periplo emprendido por el cineasta en los largometrajes realizados. Ahora, estoy convencido que Juan Antonio Bayona conoce muy bien a donde se dirige y como debe enfocar su carrera. Sin embargo, uno piensa que el mundo cinematográfico norteamericano está muy alejado, en su compleja estructura, del ámbito en la que se mueven las producciones dirigidas por Bayona, hasta el momento. Quisiera equivocarme y desearía que triunfase y saliera indemne de esta aventura.          

“Un monstruo viene a verme”, posee, un reparto excepcional. Con un soberbio Lewis Mac Dougall, cuyo cariz interpretativo adquiere por momentos matices sobresalientes, gracias. sobre todo, al trabajo realizado por JA Bayona, en su dirección.  Una brillante –en un dificultoso papel-, Felicity Jones y la siempre sorprendente Sigourney Weaver, protagonizando una abuela que rasca, constantemente, la epidermis del muchacho. Y qué decir de la voz grave y dominante de Liam Neeson, en el papel del monstruo. Hay que felicitar al gran equipo que acompaña constantemente al realizador barcelonés, ellos son parte importante del exhaustivo trabajo completado. Sin dudarlo, debo afirmar que estamos ante una obra maestra.      

Edmond Orts (Octubre, 2016)

ROMA (2018)

Dirigida por Alfonso Cuaron

Impuesto por la propia biografía de su infancia, Cuaron recrea ya en sus primeras imágenes un universo fijado por el propio recuerdo infantil, tan presente en todos nosotros. Sin embargo, construye un diorama de impresiones a través de aquellas pequeñas vivencias que sitúan al espectador en el ambiente doméstico en la que se va desarrollar una historia de gran hondura dramática. Paradójicamente, Cuaron trabaja su historia en dos ámbitos de distintos decorados: el interior y el exterior. En el interno está la problemática familiar; en el externo, el drama personal de la mucama Cleo, protagonista de la narración de Cuaron, que adquiere una significación tan simple como profunda. Lo domestico, da paso a un desmantelamiento familiar, que recuerda en esencia a ‘Los Buddenbrook’, la gran novela de Thomas Mann. Pero el director y autor de la historia, desplaza a los protagonistas por un universo lleno de pequeños detalles: un perro, el despertar de las mucamas para empezar su labor mañanera, el jolgorio de los niños en su ida al colegio, la salida de un coche del garaje que se erige en otros momentos en principal motor del comportamiento general. Todo, es expresado en la pantalla con la intención de sumergir al espectador en los avatares de una familia, en la cuesta abajo de su desmoronamiento.

Sin embargo, cuando Alfonso Cuaron, en dos maravillosos ejemplos de inteligencia cinematográfica, escoge tres secuencias desligadas entre sí, la película y su realizador, adquieren un maestrazgo excepcional. Tengo que decir en primera persona, que no suelo emocionarme fácilmente, pero cuando delinean imágenes con la intensidad y el homenaje que pretende Cuaron, es indudable que su itinerario fílmico deberá seguirse con mucha atención. Como con Juan Antonio Bayona, que tienen muchas similitudes, siendo dispares en los planteamientos visuales. Pero ambos, desbordan tanto talento que llegas a perdonar las debilidades en su incursión en un mundo que está muy alejado de sus ideas primigenias.

Siento una clara identificación en un momento del filme, que me retrotrae a mi infancia. Las bandas de tambores y trompetas, siempre tuvieron en mis primeros años de mi niñez, un recuerdo imborrable. Contemplarlos en la pantalla establecen un nexo de reconocimiento y simpatía por Alfonso Cuaron, ya que nos une un aspecto lúdico tan lejano en el tiempo como es la banda de música acompañante de gigantes y cabezudos. ¡Qué gozo tiene la memoria, cuando ésta rezuma   nostalgia!

Dentro de su simplicidad, ‘Roma’, es una película estructurada con retazos de cuya complicidad requiere del espectador una atención para desmenuzar los hilos deshilachados de una aventura llena de matices y emociones. Cuando un director, como Cuaron, construye un minucioso entramado familiar, lo hace para hacer entender que en ocasiones el dolor que destilan determinadas secuencias. se incluyen porque pertenecen al íntimo muestrario personal de un hombre que quiere homenajear a sus allegados y con ello agradecerles sus desvelos y atenciones en una edad que el niño requiere amor de sus cuidadores y sean tratados con la propia dimensión de una edad que descubre constantemente nuevos horizontes infantiles, que servirán para su formación posterior. ¡Qué grandes resultan las imágenes de la veracidad de una historia llena de matices entrañables y que nos producen cercanía! Un filme extraordinario.

Edmond Orts (Diciembre, 2018)

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