Leo Messi cerró el círculo con Maradona. Volvió a calcar un gol del Pelusa, como el de la mano de Dios o el eslalom maradoniano, para abrochar la despedida del 10, su alter ego de final de siglo XX, el jugador al que tanto se emparentó que acabó siendo una losa para Leo, que siempre quiso huir de la comparativa. Porque por algo genio y genuino tienen la misma raíz.

La de ambos fue argentina y albiceleste, con un pasado común azulgrana pero también de Newell’s. Los dos vistieron de rojinegro, Leo en las inferiores, Maradona en el primer equipo, año 1993, apenas siete partidos, y un gol que cosas del destino o de la magia fue parecido al marcado este domingo por Messi.

Por ahí llegó el sentido homenaje de Messi a Diego, con una de las tres camisetas que defendieron. No fue la del Barça ni la de Argentina, fue al de ñuls, quién sabe si regalada por el propio Diego a Leo o comprada u obsequiada, el caso es que es el mismo modelo. De hecho, el propio Messi declaró en 2013 que el día que marcó el gol Maradona en el Newell’s-Emelec (amistoso) estaba en la cancha, aunque solo tenía 6 años.

Messi había preparado el homenaje concienzudamente. Ni Koeman lo sabía. Debajo del 10 había otro 10, inscrito sobre el rojo y el negro del primer club de Leo y el sexto del Pelusa. Pero para llevarlo a cabo necesitaba imperiosamente un gol. No hubiera existido tributo sin gol. Pero llegó. Y la imagen de Leo con la camiseta ya es icónica, una más para la colección, junto con otras celebraciones inolvidables: besándose la bota en roma, mostrando la camiseta al Bernabéu, en la grada contra el PSG… La cuenta de Newell’s tuiteó: «Pongan las palabras ustedes porque yo no puedo…».

La relación era cordial y de admiración mutua, por mucho que Diego, de tanto hablar, a veces no mantuviera un discurso lineal sobre Messi. Permanecen los elogios, pocos mejores que la celebración con la que Leo cerró el círculo. En Newell’s se quedaron sin palabras. Leo lo dijo todo el campo antes de escribir: «Hasta siempre, Diego».